No entiendo qué nos pasa a los dos, esta química que evidentemente no sabemos aprovechar, porque simplemente tú te has dedicado a ser indeciso con tus sentimientos, o al menos eso me haces pensar. Me da la impresión de que no puedes elegirme, aunque en el fondo creo lo contrario, porque si no, ¿por qué me das alas cuando no puedo volar? ¿Por qué alimentas la esperanza de un futuro imposible contigo? Es un sobrecarga de emociones que nubla mi pensamiento y no me deja continuar con mi vida, como si nunca hubieras pasado por ella, impidiéndome seguir adelante. Es como una obra en la que el primer acto no se desarrolla con fluidez porque los personajes han sido escritos por algún ser malvado que dirige nuestros corazones. Pero, digámoslo así, nuestra historia no busca un final de cuento de hadas.
Sin embargo, no te conozco lo suficiente como para ponerle fin a este nudo de emociones que se arremolina en mi interior al saber que estás enamorado de alguien más, alguien que estoy segura no podrá darte lo mismo que yo. Esa visión banal que tienes de ti mismo no es más que la de un ser que se victimiza en lugar de asumir la responsabilidad por el daño causado con tus inconscientes acciones. ¿Cómo es posible amar sin sentirse amado? ¿Cómo puedes seguir adelante sin devolver los sentimientos que te entregan? Y si realmente te crees un salvador como dices ser, ¿por qué no me salvas de la miseria que implica desearte, quererte, anhelarte a mi lado? Dices ser comprensivo, pero no entiendes que hacerme quererte de esta manera me hace sufrir más de lo que debería. Aún no comprendes la complejidad de mis sentimientos hacia ti, el desbordante río de emociones que has desatado y del que no quieres formar parte.
¿Por qué esperar a que otra persona te niegue el aire para venir a mí? Si soy más que aire, soy una llama ardiente capaz de calentar una aldea y, sin embargo, solo he querido brindarte calor a ti. No me odies por insistir; querrás odiarme cuando al fin rompa tu hechizo y no vea en ti más que cenizas de lo que no pudo ser. Y entonces, cuando ya no esté interesada en corresponderte, cuando me veas alejarme mientras sostienes un amor que ya no tienes a quién entregar, te darás cuenta de que lo que te brindé no cabía en mis manos, porque era más de lo que podías recibir.
Soy un alma inquebrantable, y aun así, no entiendo cómo pude ceder ante los encantos de un estafador como tú, disfrazado de alguien incapaz de dañar, ocultando la cobardía tras la indecisión y afilando las palabras hasta convertirlas en cuchillos. Pero hasta el día más largo tiene su fin, al igual que mis sentimientos hacia ti en este preciso momento, cuando decido abrirme a mí misma para comprender la encrucijada en la que me has metido y de la que tanto me cuesta salir. Sin embargo, lo peor no es que no pueda escapar… es que no quiero. Porque mis ingenuas emociones aún creen en las palabras llenas de esperanza y fe que brotan de tu boca maldita.

